De San Basilio el Grande (329-379)
El amor al prójimo mejor se evidencia en la vida comunitaria
La más perfecta comunidad, pienso yo, es aquella en la cual se renuncia a la propiedad privada, y se olvida cualquier desorden de pensamiento; en la cual no existen malentendidos o desacuerdos, pero todo es en común: alma, pensamiento, cuerpo; Dios es comunidad, juntos para obtener las virtudes, juntos para la salvación, juntos en la lucha. Iguales dificultades, iguales premios, donde todos son uno solo, y uno solo no es solo sino es todos.
¿Con qué se puede igualar esta forma de vida? ¿Quién es más afortunado? ¿Qué mejor vida que la comprensión y unidad? ¿Qué más hermoso que aquella buena armonía de costumbres y almas? Personas que provienen de distintos pueblos y regiones se acomodan a esta perfecta forma comunitaria, que es como si fuera un alma en muchos cuerpos; se manifiesta que en muchos cuerpos hay una conformidad de pensamiento. Cuando alguien esta enfermo en su cuerpo, tiene a muchos que con su alma comparten sus dolores. Cuando él esta enfermo o desanimado, tiene a muchos que lo curan y lo sostienen. Mutuamente ellos entre sí son siervos, entre sí, señores. Es la fuerza de la libertad, la cual no hace nacer la posibilidad de la esclavitud, que a los esclavos trae la infelicidad. Por su libertad personal voluntariamente, ellos se sujetaron a ella. El amor hizo que, libres de sí mismos, se hicieran esclavos y la buena voluntad los mantiene en libertad. Como tales, Dios nos quiso tener desde siempre. Para esto Dios nos creó.
Donde hay un padre que imita al Padre celestial, habrá muchos hijos que, cada uno, se preocupe de superar al otro en amor hacia su superior, donde los hijos tienen entre sí un único deseo, respetar a su padre virtuosamente. A ellos no los une la naturaleza, sino que tienen un motivo mayor que la naturaleza: a ellos los une y los protege el Espíritu Santo. ¿Qué imagen visible puede ser motivo de la forma invisible de una vida? En el mundo no existe tal imagen. Es necesario buscarla en el cielo; el Padre por sobre las pasiones, con la palabra y con la enseñanza, a todos nos une. Celestiales, hijos del Padre celestial, también por virtud nos eligió por hijos. El amor ata todo en el cielo. El amor aquí nos tiene unidos.
La vida común corresponde mejor a la naturaleza humana
En primer lugar ninguno de nosotros puede ser suficiente para sí mismo, tanto en las cosas materiales como en las corporales. Nosotros dependemos uno del otro en todas las cosas que necesitamos. Dios, nuestro Creados, ya así había establecido, que unos necesitasen de otros para que mutuamente se ayudaran, y fuéramos entre nosotros unidos, como esta escrito: «Todo lo que vive ama a su semejante, y cada hombre, a su prójimo, cada cuerpo a su naturaleza se une, y el hombre se acomoda a su semejante».
La vida común facilita el cumplimiento de los mandamientos de Cristo
Cuando varias personas viven juntas, entonces para ellas es más fácil cumplir la mayoría de los consejos de Cristo. Y a quien en cambio, vive en la completa soledad no le es fácil conocer sus defectos, porque no tiene quien los advierta; para que con amor y mansedumbre corregirlos. Entonces a menudo se cumple la palabra de la Sagrada Escritura: «Escucha, hijo mío, recibe mis palabras y vivirás largos años» (Pr. 4:10). Así entonces no se puede abandonar el más importante mandamiento que está orientado directamente a la salvación, cuando no se da de comer al hambriento o no se da el vestido al desnudo. En esta forma de vida, además de esto, falta el ejercicio de las virtudes, porque la persona no conoce sus defectos ni su comportamiento, prácticamente, está alejada de cualquier posibilidad de observar los mandamientos. ¿Cómo podrá aquella persona demostrar su humildad, cuando no tiene la posibilidad de humillarse ante otro? ¿A quién demostrará su misericordia, cuando ella rompió toda relación con las personas? ¿Cómo podrá ejercitar la paciencia, cuando nadie le contradice a causa de los defectos?